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Hablar en público es una acción que generalmente lleva asociada, para muchas personas, una activación emocional de tono negativo que experimentan como desagradable llevando a muchas de esas personas a evitar este tipo de situaciones o a enfrentarse a ella con una carga emocional que interfiere de manera negativa en la ejecución.

Existen muchas recomendaciones, programas de intervención, libros o post que intentan ayudar a las personas poniendo el acento en la parte emocional del comportamiento y que en resumen aconsejan “quitarte el miedo” para poder enfrentarte a la situación.

En mi larga experiencia entrenando a personas a mejorar sus competencias para hablar en público he llegado a una conclusión: centrarse en exceso en reducir la ansiedad no sólo no mejora la ejecución sino que en muchas ocasiones la perjudica aún más porque la persona no es capaz de “controlar” su emoción y se ve por tanto incompetente para realizar tal acción.

Cuando alguien que asume el reto de hablar en público quiere mejorar en esta competencia lo que más le ayuda es saber exactamente qué es lo que quiere contar y tener las habilidades de comunicación básicas para expresarlo, por eso en este post propongo tres ideas poderosas para hablar en público y no morir de miedo en el intento: 

 

Idea primera.- Nunca hables de lo que no sepas, y lo que sepas, prepáralo bien.

 

Obvio, ¿no?… Pues aunque sea obvio es precisamente aquí donde comienzan los primeros bloqueos y pensamientos negativos: “no sé qué voy a decir…”, “no conozco el tema lo suficiente…”. Naturalmente, si tienes que hablar de algo que no sabes, lo mejor que puedes hacer es permanecer callado, aunque es poco probable que te ofrezcan una intervención en público sobre un tema que no dominas. Una vez que sabes que algo sí que sabes sobre el tema, se trata de sentarte a pensar, escribir, diseñar y estructurar tu intervención.

En ese trabajo de preparación, investigarás sobre la información que vas a transmitir, buscarás recursos para amenizar tu intervención y encontrarás noticias, anécdotas o experiencias que te ayudarán a dar fundamento a tus argumentos. También es importante en este punto planificar tu respuesta en el caso de que alguien pudiera no estar de acuerdo con tus argumentos o ante una posible pregunta que no sepas responder. Si te preparas para ello, gran parte de tus miedos, desaparecerán.

Cuando hablas de lo que sabes y te preparas bien lo que quieres contar, te enfrentas a la situación de hablar en público con una seguridad que te ayudará a afrontar esta situación con menos ansiedad. No obstante, una vez que ya estás delante del auditorio suele aparecer el tan temido “miedo escénico”.

 

Idea segunda.- Acepta la emoción, comprométete con la acción.

 

Si tuviéramos que esperar a que se nos pasase el miedo a hablar en público, probablemente nadie hablaría en público. Tener niveles altos de activación emocional no es sólo normal sino además necesario.

La acción de hablar en público lleva implícita una responsabilidad para con el auditorio y cuando nos tomamos en serio nuestras responsabilidades es cuando nuestras emociones se ponen al servicio de la acción. Necesitamos estar muy concentrados tanto en lo que hemos preparado para contar como en lo que pasa fuera: en las reacciones del público. Necesitamos desplegar todas nuestras habilidades comunicativas para cautivar al auditorio y persuadirlo con nuestros argumentos y para ello necesitamos estar activados. Necesitamos movernos para mover (motivar) al público.

No querer “sentir” nada para hacerlo bien sería como enamorarse y no sentir un cosquilleo en el estómago en la primera cita. Las emociones, aunque sean de tono negativo, están ahí para ayudarnos a concentrarnos, para ponernos alerta, para dar lo mejor de nosotros mismos. Por ello, no trates de quitártelas (probablemente no podrás), acéptalas y comprométete con lo que la gente espera que hagas.

 

Idea tercera.- Tan importante es lo que dices como cómo lo dices.

 

Sin duda, hay personas que vienen a este mundo con un repertorio de habilidades de comunicación de serie que a más de uno nos gustaría poseer; pero la buena noticia, es que las habilidades de comunicación, como cualquier otra habilidad, pueden entrenarse y los que no hemos tenido esa suerte, con un poquito de empeño y entrenamiento podemos adquirirlas.

Entrenar nuestra voz, nuestra mirada, nuestros movimientos es fácil, y además puede ser divertido. En mis talleres de oratoria (algunos de ellos desarrollados desde el proyecto Ideas Poderosas), propongo una gran cantidad de juegos, actividades y dinámicas que permiten entrenar la competencia de hablar en público, pero además pasárnoslo bien.

Se trata de quitarle hierro al asunto: después de todo, aún en el peor de los casos, la vida sigue y siempre tendremos una nueva oportunidad de hacerlo mejor.

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